Los buenos deseos a los demás, siempre retornan en bendiciones en nuestra vida. Precisamente fue lo que le sucedió al Joven Dr. Hernández, una vez graduado en la universidad, regreso a su pueblo para ejercer la medicina. Era un 24 de diciembre de 1888 cuando escribe una nostálgica carta a su colega y amigo Santo Aníbal Dominici. Le expone con detalle los estudios que realizo por su cuenta y las frustraciones por las limitaciones científicas que tenia. Su humildad y talento seria recompensado a los pocos meses con una beca para estudiar Microbiología en Europa. El anhelo de su corazón fue el regalo que Dios le concedió en esa Navidad.
Isnotú, Diciembre 24 de 1888.
Sr. Santos
A. Dominici. Caracas.
Muy querido
amigo: Hoy tuve el gusto de leer junticas tus cartas X, XI y XII, lo que me
tiene de plácemes; por algo pensaba que iba a pasar una noche buena verdadera,
si es que por ahora tengo que conformarme con leer, tus pensamientos escritos.
No puedes
tener una idea cabal de lo mucho que me ha alegrado que el señor doctor Morales
te haya escogido por su ayudante: y no creas que te ha escogido porque Ac. estuviera en La Guaira, no;
lo ha hecho por ir conociendo ya a su gente, porque el doctor Morales es un
hombre que tiene mucho talento y al cual es muy difícil engañar por mucho
tiempo; creo firmemente esta última razón y, si no es por esto que lo ha
hecho, no tardará mucho que así sea; es mucha casualidad que en correo de tres
de diciembre le escribía yo al doctor Morales y me quejaba de no saber
microscopio; luego que hacía poco que él tuvo la generosa idea de darte sus preparaciones
e instrumento para que aprendieras una ciencia tan indispensable cuanto
difícil. Por estos lugares es muy difícil que yo pueda aprender algo, y
gracias que no olvidé lo poco que he logrado aprender con tanto trabajo. Ahora
estoy dedicado a estudiar laringoscopio, y, después de muchos ensayos
infructuosos, por fin logré ver las cuerdas vocales superiores e inferiores
juntamente con la epiglotis: la epiglotis es un órgano sumamente curioso; hay
momentos en que uno cree que tiene voluntad y hasta, caprichos, de tal modo el
reflejo que la vivifica es poderoso. Pienso estudiar mucho esto, ya que he
tenido la fortuna de encontrar que uno de mis hermanos, Benjamín, tiene tan
poco sensible la faringe que tolera durante largo rato el espejo dentro de la boca;
solamente le perturba la risa que le produce verme con mis anteojos puestos
-los del laringoscopio-, yeso aumenta la sensibilidad o, mejor dicho, la
irritabilidad propia de la epiglotis. También he tratado de aprender a hacer un
examen oftalmoscópico; pero, como para esto se necesita hacer la dilatación
previa de la pupila, y además un alumbrador muy perfecto, pienso dejarlo para
después, cuando me dedique a repasar enfermedades del oído y del ojo -que voy a
estudiarlas a continuación una de otra-, lo mismo que a hacer el examen del
oído; porque estoy convencido de que para la práctica lo que uno necesita saber
es cómo se examinan los diversos órganos.
Nunca me
cansaré de encargarte que trates, por cuantos medios estén a tu alcance, de
captarte las simpatías y la amistad del doctor Morales, porque nada hay que
tenga tanto valor; y para que veas en cuánto valoro para ti esta amistad te
digo que, si para lograrlo es necesario romper conmigo, que soy otro tú, no
debes vacilar ni un momento en hacerlo.
Muchas
gracias por la copia del medicamento, y sobre todo por las composiciones
poéticas que me envías -después de muy pedidas, por cierto…
Una cosa me
llena de tristeza, mi queridísimo amigo, y es pensar si yo me habré de quedar
siempre tan ignorante como ahora. Tu siquiera vas a saber muy bien microscopio,
es decir, la técnica del microscopio, ya que estás enseñado por el señor doctor
Morales…
Mira, chico,
que me vas cargando con eso de ponerme, al encabezar la carta: ”Señor doctor”.
¡Oh! Si siquiera yo supiera técnica microscópica como tú! O, al menos, si
lograra saber latín para poder decir: “Parturient montes; nacitur ridiculus
mus” (Trabajo,
en las montañas para debatir temas) sin tener que copiárselo del librito…
Tu amigo que
te quiere y te da un abrazo,
Hernández